Después del rescate, el Dignity flota con un centenar de personas rescatadas. Estamos en una de las fronteras más tecnificadas y vigiladas del mundo, lo cual no evita que miles de personas mueran cada año, sobre todo desde la suspensión de Mare Nostrum, la operación italiana parcialmente financiada por la Unión Europea. A más de 12 millas náuticas de Libia, empiezan las aguas internacionales a las que miles de personas intentan llegar, con la gasolina justa, para ser rescatadas. Llegar mucho más lejos es una quimera.
Alrededor del Dignity hay fragatas militares, otros barcos de rescate, buques mercantes que no quieren saber nada de los rescates, plataformas petrolíferas… Un universo en el que se entretejen intereses políticos y económicos. Aquí se juegan la vida miles de personas cada año.
Mientras el Dignity espera, sus lanchas buscan otras dos embarcaciones a unas millas náuticas de allí. Cuando se aproximan al lugar, los marineros se dan cuenta de que son dos pesqueros libios. No habrá otro rescate. No hay emergencia.
¿Qué pasa después del rescate? El Centro de Coordinación de Roma está en contacto con todos los barcos de salvamento para distribuir a los rescatados de la forma más inteligente posible, según su capacidad máxima. Se coordina el traslado de pasajeros y, cuando un barco está lleno, navega hasta un puerto italiano, normalmente de Sicilia.
Hoy el Dignity recibirá rescatados de otros barcos. La mayoría de los nuevos pasajeros son del Aquarius, otro barco de rescate de MSF. Decenas de subsaharianos vestidos con ligeros buzos blancos llegan en lancha al Dignity. Hay embarazadas, niños, menores que viajan sin familiares. La gente se agolpa en popa, en la cubierta superior e incluso en el puente. El Dignity transporta ahora a 451 personas: va lleno.
Hace mucho calor, pero la mayoría duerme. Salieron de madrugada de Libia sin saber qué pasaría y ahora se sienten seguros, quizá por primera vez en mucho tiempo. Saben que su próximo destino es Italia. Ya pueden descansar. Libia queda atrás. Para siempre.
“Un día escribiré lo que he visto en esta ruta. Es parte de nuestra historia. Lo tienen que saber nuestros hijos”, dice Abu Bakr, de Costa de Marfil.