RESCATES EN EL MEDITERRÁNEO
Capítulo IV: El rescate

RESCATES EN EL MEDITERRÁNEO: El rescate

Son las 6:40 de una mañana tibia de julio. La alarma a bordo del Dignity se dispara. El Centro de Coordinación de Salvamento y Rescate de Roma ha alertado al barco de MSF sobre la señal de socorro enviada por una barcaza que salió de Libia hace unas horas. El capitán recibe el mensaje y el Dignity, de inmediato, navega a toda máquina hacia las coordenadas indicadas. Chalecos, botas, cascos. Lanchas, cubierta, popa. El equipo empieza a ocupar sus puestos. 

El primer oficial, el capitán y el coordinador humanitario preparan el inicio del rescate (© Anna Surinyach).

Desde el puente ya se atisba la patera. Al principio se creía que era una embarcación neumática, pero es un pequeño barco de madera pintado de azul con rayas amarillas y rojas. Desde el Dignity se arría una lancha para ir a su encuentro. “Es un barco raro, no se ve mucho. Cuando son de madera suelen ser más grandes —comenta Jordi González, el primer oficial—. ¡Se van! ¡Se van! No se fían”. Están huyendo. Cuando se hallan en mar abierto pero cerca de Libia, no saben si los barcos a su alrededor son de rescate, militares, de pesca… O si son patrullas libias que quieren devolverlos a África.

Un centenar de personas a bordo de una barcaza de madera esperan a ser rescatadas (© Anna Surinyach).

La lancha de MSF, más rápida, les da alcance. Se paran. El primer contacto es esencial, porque si hay pánico en la patera, puede volcar e irse a pique. El coordinador de MSF, Jean-Philippe, les dice desde la lancha que no son un Gobierno, que no son militares, que son una organización humanitaria, que están aquí para ayudarlos, que no se muevan, que estén tranquilos. Se entregan los primeros chalecos a los ocupantes de la barcaza.

—Cincuenta chalecos más —piden desde la lancha.

—¿Cincuenta, cincuenta más? —dicen desde el Dignity.

La primera en ser rescatada es una bebé siria de 10 meses que Jean-Philippe coge en brazos. Después pasan varias mujeres y la lancha pone rumbo de vuelta al Dignity.

Los primeros en ser rescatados son los niños. Lamar es una bebé siria de 10 meses (© Anna Surinyach).

Los rescatados están en calma absoluta —algo que no siempre ocurre— mientras se completa el rescate. La lancha hace varios viajes para entregar chalecos a todo el mundo y para llevarlos después al barco nodriza.

Solo cuando pisan el Dignity saben que están a salvo. Un subsahariano besa la cubierta, da gracias a la tripulación, se lleva las manos a la cara. Hay sirios, paquistaníes, nigerianos, bangladesíes. Empiezan a acomodarse en el barco, se abrazan, “lo hemos conseguido”, se saludan, “no moriremos en el mar”. La niña siria de 10 meses, que había sollozado durante los primeros momentos, ya empieza a reír.

Atrás queda la barca pintada de azul. Despojos, ropa, botellas. Un flotador naranja con dibujos infantiles flota en el mar, a la deriva.

Cuando la operación está finalizando, el Dignity divisa dos embarcaciones más. Aún no se sabe de qué tipo son; ni siquiera se sabe si son pateras. Se envían dos lanchas a su encuentro.

De momento, un centenar de personas siguen con vida.