LA RUTA DE SIRIA A EUROPA
Capítulo XI: Llegada

LA RUTA DE SIRIA A EUROPA: Llegada

Hay millones de rutas, millones de personas que huyen. Una ruta, la ruta de Adham Fahad Mohamed, empieza y acaba así.

Adham es refugiado palestino. No: su abuelo es refugiado palestino, su abuelo huyó después de la partición de Palestina en 1948 y se estableció en el campo de refugiados de Yarmuk, en Siria. El padre de Adham nació en Yarmuk. Adham nació en Yarmuk. Es la tercera generación de palestinos que ha vivido allí.

“Los soldados de Asad mataron a mi padre y a mi hermano. Decidí irme con mi pareja”, dice Adham, que tiene 27 años.

Así empezó todo. Decidió huir. Desde Damasco fue a la ciudad de Homs. Desde allí, a Alepo. Y luego a la frontera con Turquía. Para hacer ese trayecto, pagó 1.000 euros a los grupos de la oposición armada: para superar los controles y pasar al lado turco como si fuese mercancía de contrabando. Escondido en camiones. A través del desierto, de los olivares.

Una vez en Turquía, pagó otros 1.000 euros para que lo llevaran en autobús hasta la costa occidental y para subirse a una lancha neumática junto a decenas de refugiados más. Llegaron a las playas de la isla griega de Lesbos. El peligro se quedaba atrás.

Después, un ferry para ir a Atenas. Un autobús para llegar a Idomeni, en la frontera con Macedonia. Un tren atestado para atravesar Macedonia y alcanzar la frontera serbia. Más autobuses para meterse en territorio croata. Kilómetros caminando por la noche. Eslovenia, Austria. Trenes. Por fin, Alemania.

Tenía unos compañeros de viaje tranquilos, pero Adham estaba como poseído, quería llegar lo antes posible, casi corría. “Soy profesor de Matemáticas. Estoy deseando llegar a Alemania para conseguir trabajo. Y espero tener un hijo, en Alemania”, dice mirando a su pareja.

Unos días después, Adham ya estaba en Alemania. Su nuevo hogar: Colonia. De momento, en un hotel. 

La pareja palestina, en el ferry comercial que lleva a los refugiados de la isla griega de Lesbos a Atenas. | ANNA SURINYACH

Parece el fin de su ruta, pero no lo es; la ruta nunca se acaba. Su destino final quizá sea otro.

“No pienso volver a Siria. Allí están Asad y el Estado Islámico. Cuando ya esté bien establecido en Alemania, ahorraré. Con la documentación en regla, viajaré a Palestina. Iré a Palestina. Palestina es… Palestina es… —Adham no sabe qué decir, se bloquea—. Palestina es mi sueño”.