LA RUTA DE SIRIA A EUROPA
Capítulo III: Huida

LA RUTA DE SIRIA A EUROPA: Huida

Todos se van. También los médicos.

“Llevo trabajando aquí en Kilis desde marzo de 2013. Antes de la guerra tenía una clínica en la ciudad de Alepo, en Siria. Iba y volvía cada día desde mi pueblo, que está más al norte. Al principio tardaba una hora. Al final, con los controles del Estado Islámico, de otros grupos de la oposición y del régimen, tardaba muchísimas horas. Mi casa estaba cerca de un puesto militar; la dejé en 2012. No tengo ni idea de lo que pasó con ella, pero sé que las casas de alrededor fueron destruidas. Yo no soy el único. Los pacientes siempre me cuentan historias similares: que hubo un bombardeo y huyeron de Siria, y ahora están aquí en Kilis. Me hablan de Europa todo el rato. Se quieren ir”.

Esto lo cuenta el pediatra sirio Mohamed, que no se llama Mohamed pero que pide que le llamemos así para preservar el anonimato. 

Niños sirios con heridas, problemas respiratorios, otras enfermedades… La clínica de MSF en Kilis da atención pediátrica. | ANNA SURINYACH

Kilis es el principio de todo. Kilis es esa ciudad grisácea y taciturna del sur de Turquía que se llenó de sirios tras el inicio de la guerra. En Kilis está el principal paso fronterizo desde el norte sirio, por Kilis transcurre el río de civiles que huyen despavoridos de los barriles bomba del régimen de Bashar al Asad, de los ataques de Estado Islámico, de los combates entre grupos rebeldes. Kilis aloja uno de los principales campos de refugiados sirios. En Kilis, para muchos sirios –para demasiados–  empieza la huida. Kilis es el éxodo.

Uno de los compañeros de clínica de Mohamed, el doctor Ibrahim Zahra, también tiene una historia. Una historia que se repite desde hace años: la de las bombas y la huida.

El doctor sirio Ibrahim Zahra, en la clínica de MSF en Kilis. | ANNA SURINYACH

“Trabajo aquí desde mayo de 2014. Lo que más veo son enfermedades crónicas, hipertensión, problemas cardiacos, hepatitis, infecciones respiratorias… Antes trabajaba en mi propia clínica en Siria, pero aquello era una tragedia diaria. Caía un misil a cien metros, y otro, y otro, y otro… En el fondo, tengo suerte. Como no tenía pacientes, porque todo el mundo huía, yo también me fui: vine a Kilis con mi mujer y mis dos hijas. Una semana después, mi clínica fue destruida por un bidón explosivo”.

Al decir esto, Ibrahim se ríe, como el que ha desafiado a la fortuna y lo puede contar, como el que se sabe vivo, como el que celebra su condición.

En Kilis, después del inicio de la guerra, Médicos Sin Fronteras instaló una clínica de atención primaria con la colaboración de la ONG local Asamblea de Ciudadanos de Helsinki (hCa). En esa clínica hay tres médicos. Tres médicos con historias aterradoramente similares. Tres médicos que explican por qué los médicos se van de Siria. 

Hay un tercer médico sirio que trabaja en la clínica de MSF. Es el simpático Mannan Hannas, que nos atiende en su consulta. Su historia también suena familiar. 

Mannan Hannas lleva atendiendo a refugiados sirios desde 2012. | ANNA SURINYACH

 

“Vivo en Kilis desde 2012. Recuerdo que estábamos en Azaz, en el norte de Siria, a pocos kilómetros de aquí, durante el mes del Ramadán de 2012. Era el 15 de agosto, no se me olvidará. Yo llevaba una camiseta de tirantes para dormir, estábamos tumbados y un barril explosivo cayó a unos 15 metros de distancia. Toda la familia estaba en una habitación, mi pequeño con la cabeza sobre mi pecho. Me desmayé, y cuando recobré el sentido estaba lleno de polvo, había algo líquido, tenía sangre en las manos; pensé que había perdido las piernas pero las busqué y ahí seguían, no había pasado nada. Intenté escapar, no podía ver la puerta. Éramos unas 50 personas, muchas heridas, y fuimos al hospital. Después me bañé y no podía quitarme toda la mugre que llevaba encima”.

Los tres doctores trabajan en la clínica de MSF en Kilis, quién sabe por cuánto tiempo.

En la cocinilla del centro médico reservada para el personal, hay colgada una fotografía del equipo que trabajaba años atrás en la zona. Detrás de mí, el dedo de uno de los trabajadores va señalando a la gente. “Alemania, Francia, Reino Unido…”, enumera la voz.

Todos se van. A Europa o donde pueden. También los médicos.