EL LIMBO CENTROAFRICANO
Capítulo X: Volver

EL LIMBO CENTROAFRICANO: Volver

¿Por qué no vuelven los refugiados a sus casas? Parece que “quieren aprovecharse de la situación”; “no volverían aunque la guerra se acabara”; “es su oportunidad de vivir en otro sitio”; “ya no hay guerra allí, pero no quieren regresar”. Eso dicen los xenófobos, eso dicen los que están en contra de los refugiados, eso dicen los que desconfían de las personas que huyen de la guerra.

Florence Yadonga volvió a casa. Florence es de un pequeño pueblo de RCA, Bogidi. Un grupo de hombres armados saqueó su aldea, quemó todas las viviendas y persiguió a los civiles mientras huían campo a través. Así lo explica Florence:

Cansada de huir, la familia decidió volver a casa. “Al regresar, vimos que la casa estaba destruida, tuvimos que arreglarla, pero, si queremos reconstruirla por completo, necesitamos materiales. Sigue sin haber seguridad. Si voy al campo no me voy muy lejos de aquí, porque tengo miedo de que los hombres armados me ataquen”, dice Florence.

Ese fue el escenario que encontró Florence al volver: una casa calcinada, una vida por reconstruir, una paz que seguía sin llegar.

Paulin Borne, padre de seis, también decidió volver a casa. Así explica su largo periplo de huida:

Nada más volver, empezó a reconstruir las pequeñas casas de las que era propietario. Ha tapado techos con paja, pero no se atreve a reconstruir todo el complejo. ¿Por qué? “Ahora la situación está tranquila, pero solo lo reconstruiré del todo cuando haya paz. Si no, no merece la pena”.

Volver a casa después de la guerra y no atreverse a renovarla del todo, a la espera de que vuelva la guerra.

Florence y Paulin han sufrido años de desplazamiento, pero no han perdido a ningún ser querido. Dina Ngakoutou, de 25 años, no ha tenido la misma suerte. “Los Séléka entraron en el pueblo, saquearon las casas y yo hui con mi madre, mi padre y mis hijos. A mi marido lo mataron cuando huía”. Ahí no acaba su historia. Aún tendrían que huir más veces.

Dina decidió marcharse del campo de desplazados que acoge a decenas de miles de personas. Ahora vive cerca del aeropuerto de Batangafo: en su casa. Se la encontraron “en un estado deplorable”. Fue saqueada, pero no quemada, lo cual les permitió rehabilitarla. Dice Dina que no tiene intención de abandonarla de nuevo, pero cada noche ve patrullar a hombres de la milicia que mató a su marido.

Para muchos refugiados y desplazados, la expresión “volver a casa” no significa nada. ¿Qué casa? Volver cuando la paz no se ha instalado del todo tiene ese precio: construir un nuevo hogar, seguir en la guerra, ver en directo cómo se repite el pasado. Pensar en la próxima huida. Pensar, solo, en seguir con vida.