EL LIMBO CENTROAFRICANO
Capítulo II: Hospital

EL LIMBO CENTROAFRICANO: Hospital

La historia de República Centroafricana se resume en una sala de hospitalización, en esta sala.

Estamos en Kabo, cerca de la frontera con Chad, en el único hospital de toda la zona, el hospital al que acude todo el mundo, el hospital de Médicos Sin Fronteras. En un extremo de la sala, custodiando a su madre enferma, está Ashta Burma, musulmana, cuya familia fue atacada por las milicias cristianas anti-Balaka. Al otro lado está Ellen Yandoma, cristiana, cuya familia fue atacada por un grupo islámico armado.

La misma sala, el mismo dolor, casi la misma historia.

Ambas llevan años desplazadas, lejos de casa.

Ashta Burma no deja de sonreír, atiende a su madre enferma, se recoloca el delicado pañuelo granate con círculos de colores que lleva hoy. Hace tres años que perdió su casa. Es de Bouca, una localidad a más de 150 kilómetros al sur de Kabo, escenario de terribles combates entre los anti-Balaka y la coalición Séléka. “En Bouca había muchos combates. Los anti-Balaka mataron a muchas personas y por eso decidimos irnos. Nos quemaron la casa”.

Ashta Burma, que huyó de las milicias cristianas anti-Balaka, cuida de su madre en el hospital de MSF en Kabo (© Anna Surinyach).

Fue una huida caótica, en masa, de familias y más familias musulmanas que huían en columnas de humanidad hacia el norte, norte, norte. “Mientras huíamos, seguían disparando. Una bala perdida le dio a mi marido en la tibia. Otra le costó la vida a mi suegro”.

Ashta tiene diez hijas y cinco hijos; en dos ocasiones, tuvo gemelas. Con toda la familia, se refugió en Moyenne-Sido, en la frontera con Chad, pero pronto se vio sin recursos y decidió bajar a Kabo, donde está el hospital de MSF. Viven en un campo de personas desplazadas y no parece que su suerte vaya a cambiar pronto. Aunque la situación sea relativamente tranquila después del caos de 2013 y 2014, Ashta no se fía. “Tenemos miedo de volver a Bouca. No quiero volver, no quiero volver”, dice moviendo las manos. “No quiero saber nada de Bouca”.

En la misma sala, al otro lado: Ellen y su sobrina, Ornella Neluta. “Nos atacaron los árabes” es lo primero que dice. Ambas tuvieron que huir hace cinco años ante los ataques de grupos islámicos armados, aunque en aquel momento Séléka no existía técnicamente: los grupos que la componen aún no se habían coaligado para intentar derribar al Gobierno.

¿Cómo fue la huida? “Cada uno buscaba salvarse como podía. Todo el mundo corría. Vinimos aquí caminando”, dice Ellen. Ahora viven en un campo de desplazados cercano al hospital de MSF.

“Hasta que no haya paz, no volveremos a casa”, dicen ambas.

Ellen Yandoma escapó de milicias árabes. No volverá a casa mientras no haya paz (© Anna Surinyach).

Historias de desplazamiento crónico: Ashta y Ellen, atacadas por milicias diferentes, lo explican como si fuera ayer, pero ya llevan un lustro fuera de casa, y lo que es peor: no tienen expectativas de volver.

Afuera, en el patio, al aire libre, familias musulmanas y cristianas extienden alfombras y pañuelos sobre el césped. Y charlan.

Ashta. Ellen.

Ashta.

Ellen.

La historia de República Centroafricana se resume en una sala, en esta sala.