EL LIMBO CENTROAFRICANO
Capítulo III: Frontera

EL LIMBO CENTROAFRICANO: Frontera

No solo las fronteras occidentales matan. En África también: no se oyen, no salen en las noticias, pero el sufrimiento que imponen a las personas es el mismo.

Como la frontera entre República Centroafricana y Chad.

Estamos a la sombra de un enorme manguero. Françoise Kakopande charla a la espera de que llegue su consulta; el pequeño centro de salud de MSF en Moyenne-Sido, en este pueblo centroafricano cercano a la frontera de Chad, está lleno a rebosar.

Françoise dice:

—Soy de Dékoa [a 250 kilómetros al sur]. En 2014 hubo combates entre los anti-Balaka y la coalición Séléka. Empezaron a matar gente y todos huimos al bosque. Los anti-Balaka nos persiguieron hasta allí. Logramos meternos en un convoy que nos llevó directamente a Chad, pero allí no había alimentos ni distribuciones de las organizaciones de ayuda humanitaria, dormíamos bajo los árboles, así que decidimos volver.

Françoise Kakopande espera consulta en el centro de salud de MSF en Moyenne-Sido (© Anna Surinyach).

Françoise volvió con sus nueve hijos a RCA. Lo hizo de forma irregular –¿cómo es posible que no pueda volver a su país por la frontera oficial?–, evitando a los militares chadianos, porque la frontera está cerrada. En los tres campos que hay alrededor de este centro de salud en el norte de RCA, hay varios miles de personas que nadie sabe cómo llamar. No son refugiados ¿Retornados? ¿Desplazados? El debate léxico importa, porque la asistencia que reciban dependerá de su nombre. Lo veremos en esta crónica.

La frontera es la culpable. Personas refugiadas de uno de los países más pobres del mundo deben pagar por volver a su país. La frontera es la culpable.

Uno de los pocos lugares en la frontera donde hay atención médica: un centro de MSF (© Anna Surinyach).

Cerca del centro de salud, en uno de los campos sin servicios ni ayuda humanitaria, vive Hawa Usmani. Dos de sus hijos nacieron en Chad y uno en RCA: su vida es un éxodo. En 2014 –como Françoise, como todas en este campo– escapó del conflicto. Vivía en Yaluki, a 200 kilómetros de la capital, Bangui. Por aquel entonces, la población musulmana huía de la milicia cristiana anti-Balaka, y la coalición Séléka organizó y escoltó convoyes de civiles hacia la frontera con Chad. Como Françoise, un tiempo después, Hawa decidió volver a su país, porque las condiciones en el campamento de Chad eran horribles. No fue fácil. “Pagamos 7.500 francos [unos 11 euros] a traficantes para poder cruzar y tuvimos que dar todas nuestras pertenencias a militares chadianos”.

Pagar por volver a casa.

Hawa Usmani y sus hijos viven en un campo de desplazados en la frontera entre RCA y Chad (© Anna Surinyach).

Como Françoise y Hawa, Amamatou Hassan huyó de la guerra, se refugió en Chad y volvió a RCA, a este campo. No es refugiada, porque está en su país. No es desplazada interna, porque ha venido de otro país. Se usa la palabra "retornada", y Amamatou explica lo que significa en términos prácticos: "No estamos en las listas de distribución de alimentos, porque somos retornados".

Retornados: sin derecho a la ayuda humanitaria.

Por culpa de fronteras, por culpa de esta frontera tan difícil de encontrar en el mapa.