EL LIMBO CENTROAFRICANO
Capítulo VII: Comité

EL LIMBO CENTROAFRICANO: Comité

Siempre pensamos en la población desplazada por la guerra –dentro o fuera de su país– como personas que necesitan ayuda, que solo necesitan ayuda, pero no como sujetos activos, deseosos de explicar su experiencia, capaces de articular respuestas a su situación.

Y, sin embargo, los refugiados se unen, se organizan, crean estructuras para defender sus derechos. No son grandes órganos: en cada campamento, aunque a ojos del visitante no lo parezca, hay una organización política –en la que están implicados los agentes de ayuda humanitaria–, pero también autogestión.

En la ciudad de Kabo, en el norte de RCA, hay un campo con unas 4.000 personas desplazadas. Cuando el equipo de MSF visita al asentamiento, es recibido por el Comité del Campo de Desplazados de Kabo. Existe y está compuesto, al menos, por un secretario general, un vicedelegado, cuatro consejeros, una representante de la mujer y un representante de las juventudes. Se sientan todos, de forma ordenada, en una rupestre sala de reuniones habilitada a la entrada del campo. A la llegada del equipo humanitario, el secretario general, Hissene Moktard, saca una carta, de forma ceremoniosa, y empieza a leerla.

Es una carta que dice cosas educadas como:

“Les damos las gracias sinceramente por haber tenido el coraje de llegar hasta este campo”.

Que hace análisis como este:

“En el contexto actual, RCA se ve afectada por toda una serie de tensiones que causan una gran variedad de problemas sociales. En ausencia total de protección, la población rural sufre una situación muy difícil”.

Que describe lo que pasa en el campo:

“Pese a las intervenciones de las organizaciones humanitarias, los desplazados del campo son todos víctimas del desplazamiento forzado y de la privatización (robo y destrucción de sus bienes.) Por eso, los desplazados son personas vulnerables que se hallan en la pobreza extrema”.

El secretario general del Comité de Desplazados de Kabo, Hissene Moktard, en su despacho (© Anna Surinyach).

Tras la lectura de la carta, el secretario general –él está ahí para defender los intereses de su comunidad– da las gracias por el hospital de MSF en la ciudad de Kabo, que ofrece atención médica gratuita a solo unos kilómetros de aquí, pero pide un puesto de salud en el mismo campo. Hablan también otros miembros del comité, que explican que la mayoría de esa comunidad musulmana huyó de Bangui durante los combates de 2014 y, desde entonces, se refugia aquí.

—Estamos en casa —interviene el secretario general—, somos centroafricanos, esta es nuestra tierra, pero nunca habíamos resultado desplazados como ahora. El Gobierno se ha olvidado de nosotros. Estamos aquí relativamente bien porque las organizaciones humanitarias como MSF y otras nos han ayudado.

Y porque la comunidad ha defendido sus derechos.