EL LIMBO CENTROAFRICANO
Capítulo I: Aeropuerto

EL LIMBO CENTROAFRICANO: Aeropuerto

Bienvenido a Bangui. Lo primero que se ve al aterrizar en la capital de República Centroafricana (RCA) es una cicatriz de su guerra que no ha acabado, una herida abierta, al aire libre, de ese conflicto que se apaga y resucita, que obliga a los civiles a huir, que tiene atrapadas a miles de personas.

Lo primero que se ve al aterrizar en Bangui es un campo de desplazados*. Hay unas 20.000 personas. No es que se vea desde el aire, no es que esté cerca del complejo aeroportuario: está allí, al aterrizar, pegado a la pista, instalado sobre los hangares de las avionetas, sin ningún tipo de separación. La imagen es demoledora: grandes aviones comerciales y pequeñas avionetas de oenegés y de la ONU esperando su turno para entrar en la pista y, al otro lado, sin solución de continuidad, separados tan solo por un pequeño canal y la maleza, 20.000 personas malviviendo.

¿Cómo pasó esto?

A finales de 2013 estallaron en Bangui los combates entre la coalición islámica Séléka y las milicias cristianas anti-Balaka. La población cristiana —de la musulmana hablaremos en las próximas crónicas— que se hallaba en los barrios más afectados por la violencia huyó en masa. ¿Adónde ir? Al aeropuerto. ¿Por qué? Porque allí estaban desplegadas las tropas francesas, porque era el único sitio que creían podía ser seguro. Al principio se agolparon allí 100.000 personas; poco a poco han ido volviendo a casa, pero muchas se resisten.

Avionetas desvencijadas aún yacen en el campo de desplazados pegado al aeropuerto de Bangui (© Anna Surinyach).

“Nos quedaremos en el campo todo el tiempo que sea necesario —dice Luis Arias, coordinador del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en M'Poko, nombre del aeropuerto—. Nos quedaremos mientras haya personas a las que ayudar”.

En medio de este campamento aeroportuario, MSF ha levantado un enorme hospital de campaña, con atención primaria, urgencias, maternidad e incluso atención psicológica. Unos 300 o 350 pacientes pasan por aquí cada día. Y no son todos del campo: el sistema sanitario en la capital es tan deplorable que mucha gente de fuera viene también. “El 70% de los pacientes del hospital son de fuera del campo. Vienen porque saben que hay un hospital completamente gestionado por MSF”, dice Arias.

Hospital de MSF en el campo de desplazados del aeropuerto de Bangui (© Anna Surinyach).

El paisaje es asombroso. Hay tiendas envueltas de plástico: no las clásicas lonas del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), sino plásticos corrientes y bolsas de basura. Todo tiene aire de provisional, pero el campo sigue ahí. La gente se cubre del sol bajo las alas de avionetas abandonadas y destrozadas que yacen en medio del campo. Tienden la ropa sobre los pájaros de metal. “Al principio había gente viviendo incluso dentro de las avionetas”, recuerda Reims Pali, coordinador adjunto del proyecto de MSF.

Si uno levanta la vista, ve a lo lejos la cola de un avión listo para despegar, cerca del edificio aeroportuario. Las familias que viven cerca de ahí son las que sufren más. “Cuando el avión arranca el motor, tengo que agarrarme a este palo para no caerme. El ruido es tremendo, es muy duro para los bebés”, dice Marcel Beorofeï, jefe de uno de los barrios del campo, mientras observa un Tupolev que está a punto de partir.

Uno de los hangares que acogen a gente que huyó de la guerra en Bangui (© Anna Surinyach).

Hay familias, también, que viven muy cerca de la propia pista. De hecho, hay gente conduciendo motos y cruzando la pista hasta minutos antes de que salga el avión: en ese momento, fuerzas de la ONU patrullan la pista y piden a los transeúntes que se aparten, que el avión está a punto de despegar. Los desplazados se arremolinan, algunos excitados, como si fuera el primer avión que ven, otros cansados: lo mismo de siempre. El avión acelera, rugen las turbinas, tiembla el campo por unos momentos, hasta que despega y deja atrás una cola de humo que los desplazados de la guerra se quedan mirando durante unos segundos.

 

* Este reportaje se realizó antes del cierre del campo de M'Poko, por parte del Gobierno centroafricano, en diciembre de 2016; el hospital de MSF en el campo también ha cerrado.